jueves, 14 de junio de 2012

Recuerdas y no olvidas
con tus grandes y fijas pupilas,
oscuras y temerosas
me acobardan la boca y la garganta.

No callas, hasta que respiras,
suspiras por otros dos siglos más
de sueños, farsas y verdades,
y me vuelves a acobardar.

Maldita colcha que me envuelve
en el claroscuro del sentir,
se vuelve mi corazón a reír
del nocturno verde.

Los miedos asesinados
caen como una avalancha
insufribles, bendecidos y exasperados,
así como deberían ser.

Y me dejan libre de grilletes
y por conquistar el llanto,
donde mi boca ya no miente,
sólo pronuncia el frenético canto.

El profundo y dolorido
suspiro, canto del caído
que vive absorto en sus crímenes
dibujados en estampas sucias.

Disecciona el secreto
en un oscuro tesoro,
pinta el manchado bosquejo
de lo real, un espectro.