martes, 8 de enero de 2013

La centenaria ciudadela salpica
del viejo y esencial invierno
al vetusto país de Trianon.
En sus callejuelas poco asfaltadas
los mendigos entre el barro
beben caliente vino y vodka.
Y el viejo magiar feneció
entre pulcras rosas e ideales
y soviéticos fusiles quebradores de promesas.
Sepultados se hallan ahora
tras barro y sal de las estepas
con sus huesos fríos y húmedos,
rompiéndose en zíngaros cantos
en las teclas del furioso piano
que fabricaron en Transilvania.
Por muchos días siguieron
los líderes dementes
moqueando soluciones a sus farsas.