viernes, 29 de julio de 2016

Las enaguas celestes se derraman
como un ornamento sobre los pinos
y las hojas caídas se manifiestan
en sonoros y agudos quejidos.
El caminante sigue en su senda
portando tu insignia
en busca de tu santuario
de la roca que mana agua,
del origen de tus caudales.



Marché a la frontera
donde florecen los cardos
y los buitres vigilan a los incautos
donde la arena hace un constante guiño
al cansado astro sol;
donde apesta a brea vieja,
y escuchas un cascabel siguiendo tus pasos.
Llegué al borde
donde se contempla una nada infinita
y el siseo del viento implacable
te recuerda que estás vivo;
donde la veleidosa soledad
te replica una y otra vez
con su victoriosa y terrible danza;
donde lobos y comadrejas salivan y crujen sus mandíbulas.

sábado, 21 de febrero de 2015

Trata de ser digno

Trata de ser digno
de la incesante lucha,
de las audaces hazañas
alcanzadas con bravura y fe,
trata de ser digno
del inevitable drama bajo el cielo,
de la verde hierba y la parda tierra,
de la sombría paz bajo el roble,
de las cuerdas que te amarran al destino,
de la sangre vertida en doloroso sacrificio,
trata de ser digno
de las carreras decididas,
de la esforzada labor
y de los corazones que te han precedido,
trata de ser digno
de cada segundo con que se te ha obsequiado,
de los golpes recibidos,
de las heridas que ya cicatrizaron,
trata de ser digno
del galopante alma con que se te ha dotado,
de la lluvia que refresca tu frente,
del juramento antaño acaecido,
de la forja de tu espíritu,
trata de ser digno
de la angosta travesía,
del gañido del cuervo,
del restallar del acero,
de la roca el crujir.
de las desgarradoras lágrimas
nacidas del pesar
y de todo lo tatuado en tu recuerdo,
trata de ser digno.

jueves, 12 de febrero de 2015

Domesticas mi palpitante corazón
amansas con salvajes sonrisas
y palabras hechas de obsidiana.

Peleas sin descanso cada momento
con insondables miradas que agrietan
y hacen estallar mi indómito alma.

Cabalgas y la luna en tu frente
y tus mareas en dignas melodías
más allá de bosques y valles.

Me marcaste la espalda,
y mi escudo has quebrado,
ya no me es útil,

Apuntaste a mi pecho descubierto
y ahora sólo es diana de tus labios
y tambor de tus deseos.

martes, 8 de enero de 2013

La centenaria ciudadela salpica
del viejo y esencial invierno
al vetusto país de Trianon.
En sus callejuelas poco asfaltadas
los mendigos entre el barro
beben caliente vino y vodka.
Y el viejo magiar feneció
entre pulcras rosas e ideales
y soviéticos fusiles quebradores de promesas.
Sepultados se hallan ahora
tras barro y sal de las estepas
con sus huesos fríos y húmedos,
rompiéndose en zíngaros cantos
en las teclas del furioso piano
que fabricaron en Transilvania.
Por muchos días siguieron
los líderes dementes
moqueando soluciones a sus farsas.

viernes, 28 de septiembre de 2012

Haikus 2

Tu triste panacea
consiste sencillamente
en pensar que te necesito.

Las canas pesan demasiado
para el hombre
que se declara escéptico.

El jilguero que vive solo
muere de pena
en un cielo como éste.

Pequeña, cuida hoy
de tu jardín, pues
pronto será decrépito y desolado.

Se acumulan canas
y cicatrices pendientes
en el corazón del romántico.

lunes, 13 de agosto de 2012

El dorado bourbon
llega sutil a su boca,
mientras las férreas farolas
irradian de impenetrable nostalgia
el cielo de la ciudad
del humo que susurra:
1931; el Cielo, herencia de los mendigos.
La estival victoria
fenece y revive vez tras vez.
Y la lluvia cae sublime
e inexorable sobre sus cuerpos,
ávidos, rojos pero agotados,
bajo el cielo de la ciudad
y el humo que susurra.
El granizo se divisa
caído, inerte sobre las tejas
formando bucólicos parajes,
pintados sobre un claroscuro urbano.
Los pacientes amantes
pastan en ellos,
quemando a fuego lento
trastornos y dolores profundos.
Y la lluvia cae sublime
e inexorable sobre sus cuerpos,
ávidos, rojos, pero agotados.
Mientras las encinas envidiosas
los observan y analizan,
científicas, sin perder detalle
de los inocentes y pacientes,
que inscriben sus latidos
en una vieja enciclopedia
con tapas duras carmesíes
resistentes a los túmulos
y cementerios del tiempo.
Y el humo de la ciudad
susurra honesto otra vez:
1931; el Cielo, herencia de los mendigos.