Domesticas mi palpitante corazón
amansas con salvajes sonrisas
y palabras hechas de obsidiana.
Peleas sin descanso cada momento
con insondables miradas que agrietan
y hacen estallar mi indómito alma.
Cabalgas y la luna en tu frente
y tus mareas en dignas melodías
más allá de bosques y valles.
Me marcaste la espalda,
y mi escudo has quebrado,
ya no me es útil,
Apuntaste a mi pecho descubierto
y ahora sólo es diana de tus labios
y tambor de tus deseos.
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