Oh, Ío, bello candor que desprenden
las espinas de tu corazón
que en sucio sacrificio consiente
al centauro perder la razón
por el famoso fallo consciente
el permitido y apasionado error.
En muchas aguas ignorante busqué
tu melodía de los lirios amarillos
y en cuanto pude los desmenucé
cambiando los años por sauces cristalinos
para otras mil veces recaer
en tus impasibles y furiosos latidos.
Y de gentilhombre disfrazado
vine a ti proponiendo la huida
a lo intrínseco de tus finos brazos
donde se dibuja entera la vida
y mi nuevo universo queda plasmado
en lentas y danzantes caricias.
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